Una tarde se me ocurrió sentarme a contemplar la montaña, y entre la espesa neblina vi, a lo lejos, un elefante que se confundía con los árboles que rodeaban una escuela. El elefante llevaba un maletín lleno de libros muy pesados.
Los niños saludaban y corrían para llegar primero, en tanto yo me preguntaba qué iba a hacer el elefante tan temprano, pues de vez en cuando, con ronco sonido gutural, anunciaba su entrada en la escuela, donde se reunían en círculo en el auditorio, muy atentos para escuchar los cuentos que todos los días el elefante les contaba a los niños.
Cierta vez, cuando casi llegaba a la escuela, el elefante tropezó y cayó montaña abajo y sus libros de cuentos se esparcieron por la montaña. Con el trascurso del tiempo, cuando el viento soplaba fuerte, se escuchaba el ronco sonido gutural del elefante y una canción titulada: “Más allá de los cuentos”.
Así es como en honor al elefante, todos los años y en la misma fecha, se organizan en la montaña festivales de artesanos, cuentacuenteros, titiriteros, magos, músicos, poetas, teatreros y escritores de sumo prestigio.
Ese sitio mágico queda en las colinas de Canoabo.
Teresa Barrios