Juancho miró alrededor del bosque y, de repente, se le ocurrió una idea brillante y se la transmitió a su tío:
–Qué te parece si les hacemos entrar en razón.
–¿Pero cómo, sobrino?
–Que tal si llamamos a nuestra hada mágica, la mariposa azul, y pedimos la ayuda de nuestros demás compañeros.
–Estoy de acuerdo contigo –dijo.
Inmediatamente Juancho fue a buscar a la hada azul, quien resguardaba su reino en las montañas, mientras su tío orangután se quedó a vigilar a los hombres, quienes seguían tumbando los árboles sin sospechar que estaban vigilados.
Cuando Juancho llegó al lugar con la hada azul, le enseñaron cómo estaban acabando con la naturaleza. Entonces ella, sumamente molesta, convocó a los animales y dio órdenes de cercar el lugar. Los hombres, al ver que los animales les rodeaban enfurecidos, se asustaron mucho y se quedaron quietos.
La hada azul se les acercó muy molesta y les reprochó por su mala actitud hacia la naturaleza, ya que no la cuidaban ni la respetaban. Los hombres, al oírla, se avergonzaron. Ella, asumiendo su condición de hada, les lanzó una lluvia de flores mágicas que los hizo recapacitar y reflexionar.
Una vez que cambiaron su actitud hostil hacia la naturaleza, recogieron su enorme maquinaria y retornaron a la ciudad.
La hada azul, con el poder de su magia, hizo que volvieran a retoñar los árboles y las flores en las hermosas cumbres de Canoabo.
Los animales se alegraron al ver que los árboles volvieron a la vida, mientras la hada les dijo:
–Cuidemos de nuestra naturaleza, porque es lo más hermoso que nuestro gran Dios nos ha regalado y salvemos al mundo del calentamiento global.
Serafino Salvi